Muchos puntos de vista y ninguno a mi alcance.

Me encontraba sentada en la mesita de madera de una de las confiterías de mi barrio. Mi taza de café y mis resúmenes en mano, aunque era más que obvio que ni los había mirado. Concentrándome en todo menos en lo que tendría que concentrarme. Y observo. Parezco ser la única que viene a una confitería sola. Hay bandas numerosas de amigos hablando sobre fútbol y un encuentro que se va a llevar a cabo no-sé-dónde, una parejita de chicos tomados de la mano. Parecen felices. Eso se ve. Están sonriendo y compartiendo un café y un tostado. Y como siempre me encuentro sola  observando todo a mi alrededor, escapando de la única realidad que me concierne: la mía.

Entra un chico de mas o menos mi edad. Alto. Castaño claro. Lindo pibe. Se sienta dos mesas más adelante que yo, no sé qué pidió, pero está solo. <<Quizás no soy la única que está sola en el mundo>> pensé. Tres o cuatro minutos después, entró una chica de también mi edad, rubia, bajita, flaca. Se sentó en la mesa con el chico que hace cuatro minutos estaba solo. Bien, sigo sola. Y siempre sola. La televisión relatando un partido de fútbol, parejas tomadas de la mano, grupos de amigos, un par de viejos leyendo el diario, los meseros sirviendo, los baristas preparando el café y yo, sola. Pretendiendo estudiar pero sin hacerlo. Y siempre me encuentro escapándome de mi vida y tratando de entrar en la de los demás para pretender que pertenezco a algo. O a alguien. Y termino entendiendo que puedo ser de todo menos lo que quiero, lo que espero. Como en este momento, que me gustaría estar sentada en la sala de un cine acompañada de él o en Marruecos visitando los puntos turísticos, y sin embargo estoy en una confitería de barrio tratando de vivir todas las vidas pero sin poder vivir ninguna. Y menos la mía.