Un hombre había querido desde siempre conocer a El Más Sabio de Los Sabios, y había decidido cruzar todo el desierto de Egipto hasta encontrarlo. Pudo ver, al terminar el desierto, un pueblo con un castillo enorme donde supuestamente se encontraba El Más Sabio de Los Sabios. El hombre iba con el propósito de que este viejo egipto le dijera cuál era el secreto para ser feliz. Al encontrarse con el, le dijo:
-Señor sabio, ¿puede usted decirme cómo hago para asegurarme una vida llena de felicidad?
- No todavía. Ahora, toma esta cuchara llena de aceite y pasea por mi palacio sin que se derrame ni una gota.
El hombre lo miró confundido, sin embargo aceptó su propuesta. Fue caminando por cada uno de los pasillos del enorme edificio, subiendo las escaleras colmadas de gente y pasando por cada uno de los jardines que había. Dos horas después fue con el sabio.
- Señor Sabio, ya me he recorrido todo su palacio y no se me ha caído ni una gota.
- Y dime, ¿has visto los cuadros que cuelgan de las paredes de mis hermosos pasillos? ¿y lo bellas que son mis escaleras? ¿Has acaso visto alguna de las exóticas flores de mis jardines?
El hombre se quedó callado. No podía responder ninguna pregunta, ya que había estado tan concentrado en la cuchara que no había podido ver nada.
- Ahora hombre, quiero que vayas con la cuchara y mires todo lo que te dije.
El hombre fue, miro pausadamente cada uno de los hermosos cuadros, anduvo por las escaleras de mármol y miró y olió todas las flores magnificas que poseían esos jardines. Despues de otras dos horas, volvió con el viejo.
- Señor Sabio, ya mire todo lo que me dijo.
El viejo miro su cuchara, estaba vacía. Había derramado todo el aceite que tenía.
- No pudiste mantener el aceite y mirar las maravillas de mi palacio. Por lo tanto no puedes concentrarte en un objetivo, sin perderte los detalles más importantes de la vida.
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